Al darme cuenta, miraba tus pupilas
dilatadas. Fue un instante que nunca existió. Infinito, imposible de
soltar. Uno de tres. Tu cuerpo; donde la música se retorcía en
placer, pasivo de distancia, como una provocación observaba la danza
del animal primitivo.
Una fracción de lo establecido por las agujas. Un segundo hizo falta para encender el caminar de mi futuro. El eco
de todos los pies, los lamentos, que no eran lamentos sino gritos eufóricos el viento, el zumbar de mi mente. Todo se convirtió en conceptos.
¿Vivo lo que creo?
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